Ante sus ojos no soy nada.
Sé que me miran desde las esquinas,
con el rabo del ojo,
tras todos los lentes oscuros.
Me miran tratando de entender,
tratando de ver lo que tú ves
y que para ellos es oculto.
Yo sé que ante sus ojos
no soy nada.
Critican el color de los ojos, la piel;
la textura y largo de mis cabellos.
Critican el ancho de las caderas,
la medida de mi cintura,
el tamaño de mis senos.
Critican lo que ven y lo que no ven.
«Tú puedes tener a alguien mejor que ella», susurran.
«¿Qué le habrá visto a esa?», se preguntan.
Y la nube tóxica de sus comentarios
intenta envolverte,
pero no lo logra.
Mientras tanto,
tú caminas a mi lado por la calle
sintiéndote el ser más afortunado del mundo
por el mero y simple hecho
que permito que tomes mi mano.
La horda de cuerpos anónimos
ven en tu conducta el registro
de alguna locura momentánea
que te ha oscurecido la vista,
que te ha enturbiado los sentidos.
Todo eso porque para ellos
no soy nada.
Sin embargo,
yo soy sol,
yo soy luna.
Soy el deseo ardiente de tu sexo,
el quejido que te roba el aire,
el beso que sopla vida.
Yo soy aquella por quien suspiras,
con quien sueñas,
con quien caminas.
Ante sus ojos no soy nada.
Ante tus ojos lo soy todo
y ante los míos ¡soy!
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- Foto de Gustavo Fring, Pexels.