Cántame nuevamente al oído.
Envuelve este corazón de hielo
con las llamas de un amor eterno.
Quita de mis ojos
el tupido velo de lo cierto
y déjame ver claro y distinto
el majestuoso mundo de los sueños.
Esta nueva era te ha tratado con rudeza.
Ha llamado a tus virtudes faltas
y a tus beldades, horrores.
Aquellos y aquellas que se han dejado seducir
por los cantos de esta moderna existencia,
te han llamado ridícula,
inútil,
aburrida,
mientras lanzan al aire
ondas estridentes
con cada palabra hedionda
de sus excentricidades.
Sin embargo, yo te pido
que me cantes nuevamente al oído.
En el vaivén acompasado de tus rimas
se esconden los pesares humanos,
las esperanzas perdidas,
la lujuria de la carne
y las lágrimas de una patria perdida.
Las virutas del tiempo se desprenden
con cada metáfora,
cada símil,
cada tropo barnizado y eterno,
mientras las musas ablandan con sus cantos
la rigurosa gramática y ortografía.
Acércate a mí, poesía.
Bésame en la boca,
junta tu lengua con la mía;
envuelve con tu fuego mi corazón de hielo.
Escóndete en mi pelo,
respira aquí en mi cuello.
Que tu savia me lleve al mismo cielo.
Podría decirte tantas cosas,
pero hoy te pido
cántame nuevamente al oído.
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Foto: Arifur Rahman Tushar, Pexels, julio 2020.