Cántame nuevamente al oído

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Cántame nuevamente al oído.

Envuelve este corazón de hielo

con las llamas de un amor eterno.

Quita de mis ojos

el tupido velo de lo cierto

y déjame ver claro y distinto

el majestuoso mundo de los sueños.

 

Esta nueva era te ha tratado con rudeza.

Ha llamado a tus virtudes faltas

y a tus beldades, horrores.

Aquellos y aquellas que se han dejado seducir

por los cantos de esta moderna existencia,

te han llamado ridícula,

inútil,

aburrida,

mientras lanzan al aire

ondas estridentes

con cada palabra hedionda

de sus excentricidades.

Sin embargo, yo te pido

que me cantes nuevamente al oído.

 

En el vaivén acompasado de tus rimas

se esconden los pesares humanos,

las esperanzas perdidas,

la lujuria de la carne

y las lágrimas de una patria perdida.

Las virutas del tiempo se desprenden

con cada metáfora,

cada símil,

cada tropo barnizado y eterno,

mientras las musas ablandan con sus cantos

la rigurosa gramática y ortografía.

 

Acércate a mí, poesía.

Bésame en la boca,

junta tu lengua con la mía;

envuelve con tu fuego mi corazón de hielo.

Escóndete en mi pelo,

respira aquí en mi cuello.

Que tu savia me lleve al mismo cielo.

Podría decirte tantas cosas,

pero hoy te pido

cántame nuevamente al oído.

 

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Foto: Arifur Rahman Tushar, Pexels, julio 2020. 

 

Me gustan los silencios

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Me gustan los silencios:

los tuyos,

los míos,

los nuestros.

Me gustan los silencios

que me inundan el alma

y cantan canciones de colores brillantes,

de colores tenues,

de colores llenos de prismáticos secretos.

Me gustan los silencios que se parecen a ti.

Me gustan los silencios que se acurrucan entre nosotros

cuando nos sentamos juntos,

cuando vamos al cine;

cuando dormimos uno al lado del otro

espalda con espalda,

pasión con pasión.

Me gustan los silencios

porque cada palabra pintada sobre ellos

es un trazo luminiscente

en el lienzo de nuestras memorias.

Los silencios enmarcan y completan

esta obra de arte

que es nuestra vida juntos.

Sin ellos las palabras se desbordan,

se despeñan,

se hunden en un abismo sin fin;

pierden significado;

olvidan su luz

y dejan de ser.

Me gustan los silencios que me inundan el alma,

que se acurrucan entre nosotros

y enmarcan nuestra vida juntos;

Esos silencios que se parecen a ti,

que se parecen a mí,

que se parecen a nosotros:

Los tuyos, los míos, los nuestros.

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Vuelvo a soñar contigo

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Vuelvo a soñar contigo,

escondido tras el manto de la noche,

bañado de estrellas;

con perfume de mar

arruyado por las olas.

Vuelvo a soñar contigo,

cayado,

meditabundo;

añorando un futuro

en el que no aparezco,

en el que no encajo.

Un futuro de sombras,

de estrellas,

de caracolas y sirenas.

Vuelvo a soñar contigo

perdido en una niebla espesa;

envuelto en una bruma maloliente,

hundiéndote en la arena tibia

que te traga vivo,

mas no te das cuenta.

Vuelvo a soñar contigo

y el corazón me despierta.

Me siento en la cama,

respiro profundo.

Miro a mi lado

y veo el espacio vacío en la cama.

Me levanto,

camino a la ventana.

Veo las sombras alegres

de una noche juguetona

llena de luna.

El viento juega callado

para no despertar las hojas.

Siento que algo tibio se desliza

por las mejillas.

Una lágrima soñolienta

se descubre sonámbula

y despierta.

Miro a lo lejos

y te sueño con los ojos abiertos.

Pero te sueño,

no porque deseo que regreses,

ya superé tu partida

y soy feliz.

Te sueño despierta

para fijarte en mi memoria

porque, buenos o malos,

los recuerdos te tiñen el alma

y no quiero perder ni un solo color

de esta obra de arte que es mi vida.

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* Foto del artista Luiz Clas. https://www.pexels.com/photo/silhouette-of-girl-during-evening-1804796/

Dicen

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Dicen que se están marchitando las amapolas.

Que sus colores se han tornado sombríos

y que han dejado de sonreírle al viento

para dejarse abrazar por la fría y húmeda tierra.


Dicen que las amapolas

han bailado su último vals.

Que han guardado todos sus pétalos y hojas

en la bóveda del olvido

para allí dejarlos

mientras el tiempo da su viaje postrero.


Dicen que las amapolas ya no cantan.

Por eso, las abejas no las hallan

y las libélulas vuelan angustiadas,

desesperadas,

tratando de encontrar siquiera una.


Las amapolas se marchitan,

ya no bailan.

Las amapolas se esconden tras el olvido.


No obstante, un beso suave y húmedo

acaricia sus labios de grana: es el rocío,

quien les canta sobre la mañana.

Después del canto les sonríe

ya que tras el sol siempre llega la esperanza.

En el silencio

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Sé que llevo tiempo en el silencio,

instalada y sin decir una palabra.

Sé que me he sentado sobre el suelo,

a veces bañada de luna

y otras, de alborada.


Sé que el silencio es caprichoso:

cuando quiere te pinta las memorias de alegrías

o las cubre de melancólicos pesares.


Sé que llevo tiempo en el silencio

con los ojos cerrados;

con los ojos abiertos.

Sé que tengo el cuerpo entumecido,

con las manos juntas

y los dedos entrelazados.


Sé que prodría parecer solo un fantasma,

penando por pasillos y recámaras,

pero no lo soy.


Hoy soy solo un suspiro,

una exhalación o un respiro.

Hoy solo soy el viento que sabe a mar;

sentada con un caprichoso consentido

que a veces te quita

y a veces te da.


Sé que llevo tiempo instalada en el silencio,

sentada en el suelo con los ojos abiertos,

con los ojos cerrados.

Sé que hace tiempo no te regalo

el calor de mis manos.

Pero, hoy para ti

seré más que un respiro

y tú para mí

serás un dulce suspiro.

 

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Photo by Sindre Strøm from Pexels

Hoy creo

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Creo que voy a cantarle otra vez a la luz y a la mañana.

Creo que voy a cantarle al calor, al sol y a la alborada.

Creo que le cantaré a la primavera, al otoño y al estío.

Creo que le cantaré a las flores, a los montes y a los ríos.


Creo que uniré mi voz a todos los trinos

-los que son, los que serán y los que se han ido-.

Creo que abriré los ojos de todos los dormidos,

aquellos que hibernaron sin decirlo.


Creo que me negaré a conformarme

con este invierno terco e impertinente

que se niega abandonar mi sino;

que me niega mi destino y mi suerte.

Creo que me convertiré en pura lava

y derretiré la roca que me esconde.

Creo que hoy mismo se acabará el invierno.

Seré luz, calor y sol en mi alborada.

Cuándo voy a decir ©

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¿Cuándo voy a decir

las palabras que me faltan por decir?

¿Cuándo voy a terminar

con esta incertidumbre que nos arropa la existencia?

Esta existencia tan insípida y descolorida

que solo nos recuerdan las carnes putrefactas

de todos los cadáveres besados

por los fríos labios de la Muerte.


Cuándo voy a decir

esas palabras que me faltan.

¿Acaso será el día en que la luz de tus ojos se apague?

¿Cuando el tiempo haya derramado sobre el olvido

el último segundo que le quedaba?


Si eso pasara,

si llegara ese fatídico día,

gritaría al cielo tu nombre.

Lloraría hasta que los ojos se desgajaran

y un aluvión brotara de ellos

dejando las cuencas vacías,

ciegas,

sin la más mínima oportunidad de ver

los colores del alba.


Las fuerzas me faltan,

pero el espanto que provoca en mí

la posibilidad de ese esperpéntico día

me llevan a mirar tus ojos de medianoche.

Medianoche colmada de estrellas,

clara, cálida, prístina.


Murmuro mi secreto

y sé que me escuchas

porque las estrellas en tus ojos tiritan.

Tomo tu mano.

Siento tu suave apretón

como el roce de una hoja sobre la yerba.

Entonces, el dolor, el miedo y la desesperanza

se esfuman callados,

imperceptibles,

dejando que entre a mi cuerpo

el calor de tu sonrisa,

siempre viva,

siempre eterna.

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*La foto pertenece a http://www.Pexels.com

**El poema, como todos los demás artículos, tiene derechos de autor. ©

Hay lunas

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Hay lunas que se difuminan,
que se arrastran por el cielo perezosas.
Hay lunas que susurran
un misterio que es solo tuyo
y que duerme entretejido
entre las nubes.
Hay lunas que te besan el alma,
que te dejan un galope por latido.
Hay lunas que son solo lunas
y sueños que son solo sueños.
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* Foto de Joonas Kaariainen, Pexels.com. (https://www.pexels.com/photo/astronomy-cloud-clouds-cosmos-239107/).

Me he movido

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Es cierto que me he movido lento,

pero me he movido.

Es cierto que he mirado al futuro con recelo

como esperando encontrar nubes grises

en vez de soles.

 

Confieso todo esto y más.

Confieso que me ha dolido la vida

al medir con el alma

la distancia entre mi tierra y mi exilio.

Confieso que he llorado callada

y confieso que no sé si dejaré de hacerlo.

 

Son ciertas tantas cosas de mí

como son muchas las confesiones guardadas.

Solo quiero ser yo,

auténtica y única.

Un Yo que no tenga que disfrazarse de roca

cuando en realidad es frágil cristal,

al menos, por ahora.

 

Sí,

solo por ahora me siento perdida.

Solo por ahora me siento en el exilio.

Solo por ahora siento este dolor

que se traduce en lágrimas,

lágrimas que esculpen delicadas

la estatua de cristal que es mi Yo.

 

 

Respiro lento y profundo.

Sé que todo acabará.

El dolor se transformará

en celebración genuina

y el exilio en hogar.

Entonces, el cristal volverá a ser roca,

el sol brillará como mil soles

y el futuro se presentará alegre,

juguetón y enternecido.

Porque, aunque es cierto que me he movido lento,

¡me he movido!

Caminando sobre la tierra ©

Pies manchados

Caminando descalza sobre la tierra mojada

pienso solamente en las frías gotas

que se deslizan perezosas

sobre mi piel callada.

 

Mis oídos recogen la sinfónica melodía de la lluvia

mientras mis empapados cabellos

se rinden a la suave caricia del agua fragmentada.

 

Me detengo ante el nublado paraje.

Los pies no deciden su ruta

solo permanecen allí,

como sembrados,

sintiendo la delicada textura de la tierra fresca,

mojada;

olorosa a naturaleza siempre virgen,

siempre nueva.

Mis pies solo se dejan seducir

por el abrazo callado

de todas las raíces de la tierra.

 

Un camino se extiende hacia mí,

sin embargo, mis pies sembrados no se mueven.

La tierra me alimenta el alma

y la lluvia aplaca la sed.

Todo tiene sentido desde la tierra,

desde el agua,

desde esa lluvia que no ha dejado de cantar mi nombre.

 

El paraje me espera,

pero no me muevo.

Yo solo soy cedro,

yo solo soy lluvia,

yo solo soy tierra.

Mano-lluvia-pexels

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* Este poema está protegido por las leyes de derechos de autor. Ningún fragmento del mismo puede ser utilizado sin el debido permiso de la autora.